La palabra teología (disciplina que trata de expresar los contenidos de una fe religiosa presentados como un conjunto coherente de proposiciones) se emplea para referirse a la fe cristiana aunque en algunos casos se utilice por analogía para referirse a otros credos, pero fue el cristianismo el que le otorgó su significado actual. Tiene un alcance más limitado que la fe, pues mientras la fe es una actitud integral del individuo y engloba voluntad y sentimiento, la teología trata de expresar en palabras los elementos de la creencia que están contenidos en la fe de forma implícita o explícita; sin embargo, no toda expresión verbal de fe puede ser considerada teología.
Las primeras verbalizaciones de fe fueron ingenuas y mitológicas; la teología surge de la reflexión sobre estas primeras manifestaciones ingenuas; por ejemplo, en el Nuevo Testamento el discípulo Tomás le dice a Jesús: ‘¡Mi Señor y mi Dios!’, pero se produjo un largo proceso de reflexión y especulación entre esta sencilla confesión y la declaración teológica, efectuada por el concilio de Nicea (325), de que Jesucristo es ‘uno en sustancia con el Padre’; este ejemplo demuestra la tendencia a pasar del lenguaje concreto (‘Señor’) al lenguaje conceptual (‘sustancia’).
Aunque la teología se ocupa de Dios, muchos teólogos mantienen que los conceptos que se tienen sobre él son por definición insuficientes; en la tradición judeocristiana, Dios es con frecuencia descrito en términos negativos, como invisible e incorpóreo; para que esta teología negativa no se convierta en un verdadero agnosticismo, tiene que completarse con otros modos indirectos de referirse a Dios (lo que implica analogía, simbolismo y metáfora) para que el lenguaje de la teología no resulte conceptual en sentido estricto, conservando en su lugar algunas imágenes de los tiempos preteológicos de la creencia religiosa; un exhaustivo análisis del lenguaje teológico es un preludio imprescindible para la aventura teológica; aparece un lenguaje que utiliza por igual imágenes como conceptos y que es a la vez crítico y confesional.
La teología y la ciencia; teólogos tan diferentes como el italiano santo Tomás de Aquino en el siglo XIII y el teólogo suizo Karl Barth en el siglo XX han mantenido que la teología es una ciencia; sin embargo, los dos se preocuparon por subrayar que hay ciencias de muchos tipos.
La teología parece una ciencia, puesto que en el estudio de sus contenidos se aplican procedimientos metodológicos, críticos e intelectuales, aunque difieren por completo de los de las ciencias naturales y también de las ciencias humanas, ya que su objeto final (Dios), no es accesible a la investigación empírica; por lo tanto, el problema de establecer un método riguroso de razonamiento sobre Dios es crucial en teología.
Aquino emprendió su sistema filosófico presentando cinco pruebas de la existencia de Dios como base de todos sus demás argumentos. Barth, por otra parte, comenzó con la revelación de Dios o su propia comunicación (la palabra de Dios), pensando que sólo así se podría evitar el peligro de aproximarse a Dios como si fuera un simple objeto de investigación. Los seguidores del método de Barth sostienen que una ciencia debe empezar con determinados supuestos y que el supuesto de un Dios que se comunica consigo mismo es el punto de partida más adecuado para la teología; los que siguen el ejemplo de Aquino sostienen que la integridad espiritual exige que el teólogo comience con la cuestión de si existe Dios.
Es claro que en ambos casos la teología ha de ocuparse tanto de los seres humanos y de su capacidad como de Dios; de hecho, Barth ha dicho que la teología debería llamarse con mayor propiedad teoantropología, ya que el tema en cuestión no es Dios aislado, sino más bien lo divino y lo humano en la medida en que se relacionan entre sí.