El sexismo es un prejuicio basado en el sexo y el conjunto de actitudes y comportamientos que niegan los derechos a la libertad y a la igualdad de las personas de un determinado sexo.
En la mayor parte de los casos el sexismo se aplica al comportamiento de los hombres hacia las mujeres. Los que rechazan el sexismo afirman que, con independencia del género y del sexo, una persona debe tener derecho a triunfar desde el punto de vista político, profesional, laboral o doméstico. Asimismo, pretenden que la mayoría de los roles sociales que en el pasado han sido relacionados con un determinado género, sean hoy neutrales (véase estereotipo). El sexismo es un conjunto de ideas, símbolos y hábitos arraigados en el intercambio social. Dado que las mujeres son a la vez iguales y diferentes a los hombres, la dificultad reside en afirmar qué es lo que constituye esa diferencia y esa similitud; probablemente habrá que comenzar por aceptar la diferencia entre sexo, que es biológica y relativamente fija, y género, que es social y relativamente variable.
Hoy día vivimos una etapa de experimentación en la aceptación y diferenciación de ambos conceptos. Los cambios en el modo de vida tienden a aceptar que la mujer adopte roles que antes eran exclusivos de los hombres en el ámbito laboral, político e, incluso, en las aficiones. La maternidad es cada vez menos frecuente y se limita a una etapa más corta y tardía de la vida de la mujer. Al mismo tiempo, en cierto modo, la forma de vida del hombre está cambiando y hoy es frecuente que realice actividades que siempre han sido exclusivas de la mujer (cuidado de los niños, tareas domésticas, horario de trabajo más corto y jubilación más temprana). Pero, en conjunto, es evidente que la mujer ha cambiado más que el hombre; la mayoría ha tenido que compaginar el trabajo doméstico tradicional con el trabajo fuera de casa.
Se critica que se ha dado más atención a las palabras que a los aspectos más tangibles de la vida cotidiana en este amplio cambio social; por ejemplo, en inglés cada vez es más frecuente utilizar Ms en vez de Miss (señorita) o Mrs (señora), el término Ms que no aporta información sobre el estado civil. Aunque aparentemente trivial, este cambio muestra el desacuerdo de muchas mujeres con un uso del lenguaje que indica que para la sociedad la mujer casada es propiedad de su esposo. El aumento de las parejas de hecho y el debilitamiento del núcleo familiar tradicional (con el hombre como cabeza de familia) indican un cambio más profundo que abarca el modo de vida y al conjunto de la sociedad.
El sexismo laboral; en el trabajo rara vez se cuestiona que ambos sexos sean igualmente competentes para el desempeño de una profesión como la de profesor, abogado o funcionario del Estado; sin embargo, sí es más problemático el caso de mujeres que desempeñan trabajos que requieren de la fuerza física. El sexismo se esconde, de forma directa o indirecta, detrás de la desigualdad en las expectativas de trabajo o condiciones de salario. Son numerosos los casos que nos revelan nuestra ignorancia sobre hasta qué punto está arraigado el sexismo y cuánto se debe a la información sociológica objetiva. La distribución laboral en la mayor parte de los países, la composición por sexos de los parlamentos y organismos electivos, la expansión de la cualificación educacional y el más alto salario medio de los hombres en relación con el de las mujeres, son testigos de una organización social de patriarcado que ha prevalecido en la historia de la especie humana. La parcialidad en la interpretación de las capacidades del hombre y de la mujer puede ser algo inconsciente; se le puede llamar sexismo institucional y es paralelo al racismo institucional. Las costumbres y la tradición pueden distorsionar la apreciación objetiva de estas capacidades. Por otra parte, cualesquiera que sean los modelos heredados, es igualmente importante estar atento a otros factores que contribuyen a una ausencia de mujeres en cargos superiores como consecuencia, por ejemplo, del tiempo que muchas de ellas se toman para cuidar a sus hijos recién nacidos en una etapa altamente competitiva de sus carreras.
La proporción de nacimientos es de alrededor de 105 mujeres por cada 100 varones. Debido a que existe una mayor proporción de mortalidad en los hombres y la esperanza de vida de la mujer es aproximadamente seis años mayor, la expectativa es que en el futuro habrá más mujeres que hombres en el mundo. Sin embargo, este cálculo sólo es real para Europa, América y los países más ricos de la costa asiática como Japón, Australia y Nueva Zelanda. Otros países como Pakistán, China, algunos estados de la India y algunas zonas de África tienen más hombres que mujeres, es decir, lo contrario a lo esperado por los demógrafos dada la herencia evolutiva y la tecnología médica y medioambiental disponibles en el mundo contemporáneo. La explicación de este fenómeno es múltiple: desde el infanticidio de niñas recién nacidas, en los casos extremos, al impacto de la negación a que las mujeres dispongan de los servicios y oportunidades de los que sí disfrutan los hombres (véase también feminismo; desigualdad social).