Las religiones surgen en culturas donde sus componentes han desarrollado un fuerte sentido de diferenciación entre mente humana y entorno natural, conciencia subjetiva y realidad objetiva, y por lo tanto entre espíritu y materia [véase religión (sociología y religión)]. Este sentido de diferenciación va ligado al desarrollo de civilizaciones agrícolas estables, donde la división del trabajo requiere que los individuos desempeñen papeles diferentes en la comunidad. En las culturas cazadoras, cada individuo varón es maestro en todas las artes necesarias para la supervivencia, pero en las culturas agrícolas se requiere un grado de cooperación mucho mayor entre individuos con diferentes artes y papeles. Tal cooperación exige a su vez formas más precisas de comunicación entre las personas y por lo tanto de convención, o común acuerdo, respecto a los símbolos de comunicación, en especial a lo que atañe al lenguaje y a su cometido.
1) El lenguaje, convención y roles; un lenguaje es más eficaz cuanto más amplio es su vocabulario. Un gran número de palabras indica además un alto grado de conciencia en la distinción entre cosas y entre acontecimientos diversos. Cada palabra es el signo distintivo de un tipo de experiencia, y el fundamento de la clasificación consiste en que discrimina unas cosas de otras. La necesidad de desempeñar diferentes papeles en la comunidad también distingue a unos individuos de otros y para evitar confusiones requiere que los individuos se identifiquen con sus deberes. Muchos nombres, por ejemplo herrero, panadero, sastre, carpintero y calderero, indicaban en principio roles desempeñados en sociedad. La palabra latina persona procede del término que confería valor simbólico a las máscaras que llevaban los actores en el teatro grecorromano, y a su vez cada una de las máscaras identificaban los papeles que interpretaban los actores. Las personas desarrollaron una conciencia de su unicidad y separación de los demás, basada en parte en la aceptación de roles particulares en la sociedad.
La separación de los individuos por el rol y la creciente percepción de la distancia respecto al mundo por el lenguaje, se produjo a través de una convención, que es a la vez divisiva y cohesiva. Sin embargo las convenciones son complejas y se aprenden con cierta dificultad. Por eso las diferencias pactadas por la sociedad tienen que ser respetadas, lo mismo que ocurre con los niños, que deben ser disciplinados para aprender un idioma y para manejar las reglas de los juegos, del protocolo o las morales. La propia vida de la comunidad depende de la observación de las convenciones de comunicación. La instrumentalidad de una religión consiste además en garantizar el sistema completo de convenciones o las reglas de pensamiento y lenguaje, conducta y rol. Para el judaísmo y el cristianismo la idea de salvación es inseparable de la idea de pertenecer a una comunidad, la del llamado pueblo elegido; es decir, la Iglesia, considerada como un conjunto de miembros o una asamblea (en latín ecclesia) sea Israel o la comunión de los santos.
Las relaciones entre un sistema de convención social y un sistema de creencias sobre el universo requieren una explicación adicional. La convención social incluye recursos como gramáticas, vocabularios, números y signos, sin los cuales una persona puede percibir el mundo pero no pensar sobre él. El lingüista americano Benjamin Lee Whorf sugirió que la estructura del lenguaje, es decir del instrumento de reflexión de una persona, determina la opinión de ese individuo sobre la estructura de la naturaleza. Por eso es comprensible que tanto las tradiciones religiosas semíticas como la indo-aria conciban el universo como si hubiera sido creado por la palabra de Dios. Si el mundo es explicado, dominado y descrito por el pensamiento, es natural suponer que haya sido creado por el pensamiento, y que las leyes de la naturaleza que la reflexión descubre son la palabra o la ley de Dios, subyacente al mundo como una pauta primordial.
Puesto que una cultura elabora una imagen coherente y ordenada del mundo, es natural que sus miembros crean que el poder de lo numinoso que está tras el mundo sea coherente y ordenado, y que tenga unidad. Su comprensión progresiva de que el orden natural del mundo tiene un modelo inteligente aparece acompañada de la sensación de que ellos no inventaron este modelo, aunque lo hubieran descubierto, que alguien debe conocer en su totalidad. Por lo tanto ellos lo atribuyen a una inteligencia diferente de la propia. Cuanta más gente aprecia la complejidad del modelo más se maravilla de la inteligencia que hay en su trasfondo, y a partir de ahí se comienza a formular una concepción madura de Dios, como un ser que excede en sabiduría y poder, y que es inmensurable y más grande que cualquier mortal. De esta forma, contemplando la maravilla de su propia estructura física, el salmista de la Biblia escribió: ‘maravillosa por extremo es para mí esta ciencia; sublime; no la entiendo’ (Sal 139,6).
2) El teísmo; la Religión en este sentido, es teísmo, sin excepciones. Implica la creencia en un dios personal, vivo y espiritual, distinto del mundo que ha creado de igual forma que la mente humana se siente distinta de aquello que conoce. Existen, sin embargo, diversas formas de teísmo. El Antiguo Testamento muestra un progreso desde henoteísmo (creencia según la cual existe una deidad suprema y otras inferiores) a monoteísmo (creencia de que este dios es el único Dios y al que se debe temor y fidelidad absolutos). Otras variantes son el politeísmo, creencia en muchos dioses derivada del paganismo y que suele incluir al menos una vaga percepción de que lo mucho es un aspecto de lo uno; el panteísmo, creencia de que Dios engloba todas las cosas en el universo (aunque este tipo de creencia sea en la historia una idea filosófica más que una creencia religiosa); y panenteísmo, una creencia según la cual cada criatura es un aspecto o una manifestación de Dios, que es concebido como el actor divino que desempeña a la vez los innumerables papeles de humanos, animales, plantas, estrellas y fuerzas de la naturaleza.
La religión es por lo tanto fe comunitaria en, y conformidad con, el modelo que el pensamiento descubre o ha sido revelado, como voluntad o mandamiento de la inteligencia que se encuentra más allá del universo. La comunidad se vincula a este modelo como pauta de vida, que consiste en tres elementos: el credo, el código y el culto. Credo es la fe en el modelo revelado y en la inteligencia divina que lo constituyó. Código es el sistema de leyes humanas y morales que cuentan con sanción y autorización divina, que incluye las reglas de participación activa en sociedad. Culto es el ritual de ceremonias o actos simbólicos por medio de los cuales la comunidad pone su conciencia en armonía con la mente de Dios, ya sea mediante danzas ceremoniales o reconstrucciones dramatizadas de las acciones de Dios, o por el sacrificio de alimentos celebrados en común por Dios y su pueblo. La misa cristiana o la comunión procede de este último tipo.
3) La salvación; la salvación religiosa es en síntesis la idea de la incorporación a una comunidad divina, a través del sometimiento a los deseos de Dios. En fases posteriores de la tradición semítica, la salvación comenzó a englobar la idea de la supervivencia más allá de la muerte, primero mediante la resurrección milagrosa del cuerpo y después, como resultado de las influencias griegas, en virtud de la mortalidad inherente del alma. Sin embargo, la salvación quedaba subordinada y condicionada al ingreso en la comunidad divina. Después de la muerte, aquellos que no se han incorporado son proscritos espirituales enviados, por ejemplo, al gehena judaico, al infierno cristiano o al iblis islámico. Por otra parte, la salvación después de la vida mortal es concebida como un estado de íntima unión con Dios en el que, sin embargo, se mantiene la personalidad diferente de cada miembro.
Aunque se considera que salvarse depende del cumplimiento de una regla de vida, todas las tradiciones religiosas reconocen que por sus propias facultades las personas no puede cumplir las condiciones de salvación. Las escrituras hebreas, que judaísmo, cristianismo e islam consideran de revelación divina, contienen la idea de una caída inicial, o pecado original, cometido por el primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva, y como consecuencia, la voluntad humana está en esencia pervertida por el egoísmo y la soberbia. Por lo tanto, la salvación es imposible sin ayuda divina. Las tres religiones enseñan lo mismo, que Dios es sobre todo amor y misericordia y que su objetivo final es la redención de toda la humanidad. Cuando los individuos se arrepienten de sus faltas, Dios ofrece su gracia con generosidad; es decir, la salvación considerada como un premio para quienes no la merecen. En la tradición cristiana, el único mediador o dador de gracia es el Jesús de Nazaret histórico, considerado como la personificación humana o encarnación del propio Dios. Jesús ama tanto al mundo que viene a sufrir su dolor, a soportar su carga, y a transformarlo desde dentro; por lo tanto, en el presente esquema de clasificación, judaísmo, cristianismo e islam pueden llamarse las tres ‘religiones mundiales’, es decir, religiones que tienen como ideal la totalidad de la especie humana.
Otras creencias de carácter más local se adaptan a la definición de religión, aunque estén más vinculadas concretamente con determinados esquemas de cultura. Estas creencias surgen de la comunidad sij en India y el zoroastrismo, la religión de los persas, en India e Irán. Entre ciertas formas de religión, que ya no se practican, figuran los cultos de Ra y Osiris del antiguo Egipto y los misterios clásicos del mundo grecorromano.