Es el tratamiento de neoplasias internas con radiaciones ionizantes procedentes de una fuente externa. La radioterapia profunda suele producir náuseas, malestar, diarrea y reacciones cutáneas, como decoloración, eritema, prurito, quemadura, exudación o descamación, pero con las técnicas modernas los rayos se dirigen directamente a la zona a tratar y la piel puede no afectarse.
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