La música popular europea surgió con la urbanización e industrialización del siglo XVIII y desarrolló características propias como respuesta a los gustos mayoritarios; en Egipto y en el Oriente Próximo la industria del disco propició un estilo vocal popular panárabe basado en los lenguajes folclóricos tradicionales; los conjuntos instrumentales del Sureste asiático y de las islas del Pacífico adoptaron guitarras occidentales; en India, China y Japón los pianos y violines europeos tuvieron un gran impacto y la música popular pronto fue adaptada para su distribución a través de películas y grabaciones.
– En casi todas las culturas hay algún tipo de música con elementos populares que ha servido para el entretenimiento. En la edad media los juglares profesionales interpretaban canciones profanas con textos frívolos o galantes, compuestas por los trovadores y los troveros en Francia y por los minnesingers en Alemania. En el siglo XV había una clase alta mercantil en crecimiento que apoyaba a los compositores de música vocal profana a varias voces, como es el caso de la chanson en Francia, el madrigal en Italia, la música para el teatro y la música instrumental, especialmente para laúd y teclado. Incluso la Iglesia aceptó incluir elementos profanos, y en el siglo XVI Martín Lutero adaptó textos religiosos vernáculos a este tipo de melodías. Los compositores católicos ya habían escrito desde el siglo XIV misas basadas en este estilo musical. Las canciones de gospel del siglo XX cumplen todos los requisitos para ser consideradas como música popular. La música se imprimió por primera vez en pequeñas tiradas alrededor de 1500; a partir de entonces, la venta y circulación de música impresa posibilitó una más amplia difusión. Hacia finales del siglo XVIII el mercado comenzó a sustituir a los grandes mecenas, y los músicos consiguieron el apoyo de los aficionados con el aumento de los conciertos públicos.
– Con la llegada de la Revolución Industrial en el siglo XVIII, la mejora del nivel de vida permitió que muchas familias adquiriesen instrumentos musicales. Los fabricantes comenzaron a producirlos en serie a finales del siglo XVIII y el piano y la guitarra pronto se convirtieron en productos comerciales habituales. Se vendían canciones y adaptaciones de selecciones orquestales y operísticas como música impresa para tocar en la intimidad de los salones. De esa forma, las canciones populares entraron en las salas de concierto y en los espectáculos escénicos. La cantidad de música impresa aumentó durante el siglo XIX, con editores en todas las ciudades importantes.
– La invención del fonógrafo por el estadounidense Thomas Alva Edison en 1877 hizo aún más accesible la música, dado que los consumidores ya no necesitaban poseer conocimientos musicales para disfrutar de ella. Los gramófonos de monedas (antepasados de los jukebox, o gramolas) aparecieron antes de 1900, y a finales de la década de 1920 muchos artistas populares e incluso prestigiosos concertistas habían efectuado grabaciones. La radio, en la década de 1920, y la televisión, a finales de la de 1940, comenzaron a emitir a los hogares música en directo o grabada. En los lugares públicos, las películas sonoras de finales de los años veinte sirvieron para presentar ante el público a muchos artistas populares y se utilizaron sistemas de megafonía para emitir música. A medida que la industria de la música popular se fue extendiendo, fue involucrando a nuevos profesionales de los terrenos de lo financiero, lo legal y lo social. Los compositores y editores han buscado protección en las leyes de los derechos de autor e interpretación, y los músicos profesionales han formado sindicatos para preservar sus salarios y regular las condiciones de trabajo. El auge de este tipo de música cambió la función de ésta en la vida cotidiana. La música en el hogar, que antiguamente era la diversión de una elite, se convirtió en algo habitual de la vida doméstica de la clase media. Los textos de las canciones reflejaron los temas fundamentales de la sociedad, retratando la esperanza, la desesperación, el humor, la frustración, la nostalgia y, sobre todo, el amor. A medida que las ciudades superaban a las áreas rurales en cuanto a población, los estilos de la música popular sirvieron a las necesidades psicológicas como portadores de valores culturales y como señas de identidad.