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invasiones inglesas al Río de la Plata

Las invasiones que tuvieron lugar en los años 1806 y 1807, aunque en realidad pueden ser consideradas una sola. Los ingleses, o, para ser más exactos, los británicos, se instalaron en la Banda Oriental del Río de la Plata, desde allí invadieron y ocuparon Buenos Aires, fueron desalojados, consiguieron refuerzos y atacaron nuevamente, para ser derrotados en el denominado proceso de Reconquista.
En 1806, Gran Bretaña había tomado posesión de Colonia de El Cabo, al sur de África, pues le era necesaria para mantener sus comunicaciones con las Indias Orientales. A partir de los informes que recibían del Río de la Plata, los británicos decidieron atacar el virreinato, que se encontraba poco provisto de fuerzas. La escuadra inglesa desembarcó el 24 de junio en Ensenada de Barragán, fuerte que estaba al mando de Santiago Liniers y Bremond. El virrey, Rafael de Sobremonte, despachó hacia Luján las cajas reales e inició su huida a Córdoba con parte de las fuerzas. Los ingleses entraron en Buenos Aires, asumiendo el cargo de gobernador el brigadier William Carr Beresford. Los habitantes de Buenos Aires, tanto criollos como españoles, se apresuraron a organizar la resistencia. Santiago Liniers salió al mando de una expedición que enfrentó a los ingleses en la Plaza Mayor; poco después se rindieron a discreción.
A partir del mes de septiembre comenzaron a organizarse batallones y compañías, por castas y provincias. Al conocerse en Londres la reconquista de Buenos Aires, confiaron al general John Whitelocke el mando de una expedición al Río de la Plata. El 2 de julio de 1807 los ingleses se dirigieron hacia los Corrales de Miserere (actual Plaza Once).
La Plaza Mayor, donde se habían emplazado cañones y abierto trincheras, fue el centro de la resistencia. Las azoteas de las casas colindantes fueron ocupadas por la infantería, destacándose la actuación del alcalde de primer voto Martín de Álzaga, y la de los vecinos no alistados, así como las mujeres que arrojaban desde las azoteas piedras, todo tipo de proyectiles y aceite hirviendo.
Whitelocke aceptó la capitulación ofrecida por Liniers y se firmó el tratado correspondiente. Como consecuencia de las invasiones, el pueblo tomó conciencia de su valor, pues logró derrotar a un ejército numeroso y aguerrido, demostrando la incapacidad de las autoridades españolas para la defensa.