Se aplica al agente ambiental que contribuye al proceso de envejecimiento mediante la aceleración del comienzo y/o la velocidad de progresión del envejecimiento. Son ejemplos las respuestas al daño oxidativo dependientes de las células y las bioquímicas (como el que procede del NO2 y el ozono); el envejecimiento de las células que tienen una sensibilidad intrínseca a ciertas toxinas (como el tetracloruro de carbono y el etanol), y las dosis tóxicas más capaces de causar efectos adversos en los organismos que envejecen.
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