La tendencia artística que se desarrolló a mediados de la década de 1960, en la que el concepto tiene preferencia frente al objeto real: como afirmaba el artista conceptual estadounidense Sol LeWitt en un artículo de 1969, no todas las ideas artísticas precisan estar dotadas de una forma física. LeWitt defendía que ya no era necesaria la crítica del arte puesto que los artistas podían y debían manifestar su propio análisis; estos escritos eran en sí mismos una forma artística tan legítima como la pintura o la escultura. En esa misma época Joseph Kosuth, otro de los fundadores del movimiento, declaraba que el arte conceptual se basaba en el examen de la propia naturaleza del arte.
Esta tendencia adoptó en sus inicios diferentes formas. LeWitt propuso instrucciones de uso para crear cuadros, especificando los tipos de líneas en cuanto a longitud, curvatura y color, entre otras características. Las instrucciones constituían la obra de arte comercializable; las pinturas propiamente dichas sólo representaban un resultado secundario del concepto creativo original. En 1965 Kosuth expuso objetos aislados (como una silla, un martillo o una sierra) junto a una fotografía de tamaño natural del objeto y la definición académica del mismo impresa sobre un cartel. Esta presentación cuestionaba la relación entre objetos, imágenes y palabras.
Otro estudio acerca del vínculo existente entre el arte y el lenguaje se encuentra en la obra del artista estadounidense Lawrence Weiner. Mediante el deletreo de frases relativas a las propiedades materiales, tales como escala, posición, color e incluso precio, escritas directamente sobre las paredes de una galería de arte, Weiner elaboró arte a partir del lenguaje. Para su Nº 051 (1969, Museo Solomon R. Guggenheim, Nueva York), hizo imprimir sobre la pared de la galería las palabras “1.000 GERMAN MARKS WORTH MEDIUM BULK MATERIAL TRANSFERRED FROM ONE COUNTRY TO ANOTHER” (“Material en bruto valorado en 1.000 marcos alemanes, trasladado desde un país a otro”), con las instrucciones concretas para que la frase apareciese “al lado del material al que hacía referencia”. Estas instrucciones carecen deliberadamente de límites, de forma que en una exposición pueden referirse a un montón de tela valorado en 1.000 marcos alemanes y en otra a una pila de ladrillos del mismo valor. Por otro lado, según el concepto de Weiner, ni siquiera es necesario que la obra esté construida; puede bastar con pronunciar las palabras imaginando la obra.
Hanne Darboven, artista conceptual alemana, lleva trabajando desde 1965 con progresiones numéricas y cronológicas, creando instalaciones en serie que analizan la naturaleza del tiempo. En su Kulturgeschichte 1880-1983 (1996, Dia Center for the Arts, Nueva York), 1.589 paneles de tamaño y formato uniforme reflejan más de un siglo de historia, utilizando textos, números, fotografías y tarjetas postales.
En la práctica, muchas de las obras conceptuales se limitaban a documentar un suceso o una actividad mediante instrucciones, fotografías o imágenes de vídeo. Además, algunos artistas proporcionaron directrices para la ejecución de performances. Una obra datada en 1970 de Yoko Ono, artista estadounidense de origen japonés, consistía en una simple instrucción escrita: “Dibuje un mapa imaginario y sígalo a lo largo de una calle real”. Esta obra demuestra la dificultad de conectar una idea abstracta (el lugar imaginado) y la representación visual de la misma (el mapa) con el mundo verdadero (la calle real).
El arte conceptual cuenta con importantes precedentes a principios del siglo XX. El artista francés Marcel Duchamp expuso en 1913 una Rueda de bicicleta colocada al revés, pero sin modificación alguna, afirmando que tanto ése como cualquier otro objeto cotidiano se convertían en una escultura desde el momento en que el artista así lo declaraba. Poco después, expuso un portabotellas, una pala de quitar nieve y, su objeto más famoso, un urinario. Esta concepción de Duchamp y de otros miembros del movimiento Dadá que compartían sus ideas revolucionarias sobre el arte volvió a emerger a principios de la década de 1960 a través de un grupo internacional de artistas denominado Fluxus. Bajo la influencia espiritual del compositor estadounidense John Cage, los artistas del movimiento Fluxus se afanaron por eliminar las barreras entre el arte y la vida, permitiendo que el carácter aleatorio y el azar inspiraran sus obras. Otro antecedente importante del arte conceptual lo constituye el arte minimal, un movimiento que se desarrolló a principios de la década de 1960. En el arte minimal, la simple geometría determina frecuentemente la forma de una escultura o de una pintura y las especificaciones matemáticas de una obra de arte pueden llegar a ser tan importantes como la propia ejecución de la obra.
Los artistas conceptuales intentaron en un principio liberar el arte de todo el denominado objetivismo, y por consiguiente también de su valor comercial; sus esfuerzos apenas perduraron unos pocos años en su forma más pura. Sin embargo, los herederos del conceptualismo siguen prosperando. En la década de 1970, un grupo de artistas entre los que se incluyen las estadounidenses Barbara Kruger y Jenny Holzer y el alemán Lothar Baumgarten, comenzó a utilizar palabras en sus obras para explorar las convenciones visuales y verbales. El legado del arte conceptual consiste en la creencia de que el pensamiento expresado en palabras puede ser arte.