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arte mesopotámico

Se aplica al conjunto de obras artísticas, desde la prehistoria hasta el siglo VI a.C., realizadas por las civilizaciones del antiguo Oriente Próximo una región comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates, actual Irak

Las tierras bajas de Mesopotamia abarcan una llanura fértil, pero sus habitantes se tuvieron que enfrentar al peligro de las invasiones, las extremas temperaturas, los periodos de sequía, las violentas tormentas y los ataques de las fieras. Su arte refleja al mismo tiempo su adaptación y su miedo a estas fuerzas naturales, así como sus conquistas militares. Establecieron núcleos urbanos en medio de las llanuras, cada uno dominado por un templo, que fue el centro del comercio y la religión hasta que fue desbancado en importancia por el palacio real. El suelo de Mesopotamia proporcionaba el barro para los adobes que fueron el material constructivo más importante de esta civilización. Los mesopotámicos también cocieron esta arcilla para obtener terracota, con la que realizaron cerámica, esculturas y tablillas para la escritura. Se conservan pocos objetos en madera. En la escultura emplearon basalto, arenisca, diorita y alabastro. También trabajaron algunos metales como el bronce, el cobre, el oro y la plata, así como nácar y piedras preciosas en las piezas más delicadas y en las labores de incrustación. En sus sellos cilíndricos usaron piedras de todas las clases, como lapislázuli, jaspe, cornalina, alabastro, hematites, serpentina y esteatita. No obstante, algunas de estas piedras escaseaban en la zona, por lo que tuvieron que importarlas.

El arte de Mesopotamia abarca una tradición de 4.000 años que en estilo e iconografía es aparentemente homogénea. De hecho, fue creada y mantenida por las sucesivas oleadas de pueblos invasores, diferentes tanto étnica como lingüísticamente. Hasta la conquista por los persas en el siglo VI a.C. cada uno de esos grupos hizo su propia contribución al arte mesopotámico. Los sumerios fueron el primer pueblo que controló la región y estableció su arte, seguidos por los acadios, babilonios y asirios. El control político mesopotámico y sus influencias artísticas se extendieron a las culturas vecinas, llegando incluso en ocasiones a zonas tan alejadas como la costa sirio-palestina, de modo que los motivos artísticos de estas áreas lejanas influyeron en los centros mesopotámicos y viceversa.

-Periodo Prehistórico; Los vestigios artísticos y arquitectónicos más antiguos conocidos hasta la fecha proceden del norte de Mesopotamia, del asentamiento proto-neolítico de Qermez Dere en las colinas de Jebel Sinjar. Niveles arqueológicos fechados en el noveno milenio a.C. han revelado que existieron cabañas de planta circular, con uno o dos pilares de piedra enlucidos en yeso. Además, cuando se abandonaron estas construcciones, se colocaron sobre el suelo calaveras humanas, hecho que indica alguna práctica ritual. Los periodos neolítico y calcolítico del arte mesopotámico (c. 7000 a.C.-c. 3500 a.C.), anteriores a la aparición definitiva de la escritura, se designan por el nombre de sus yacimientos arqueológicos: Hassuna, en el norte, es una localidad donde se han hallado algunas viviendas y cerámica pintada; Sāmarrā, cuyos diseños cerámicos abstractos y figurativos parece que tuvieron significado religioso, y Tell Halaf, lugar en el que se realizó cerámica decorada y estatuillas de mujeres sedentes que se interpretan como diosas de la fertilidad. En el sur los primeros periodos reciben las denominaciones de El-Obeid (c. 5500-c. 4000 a.C.) y antiguo y medio Uruk (c. 4000-c. 3500 a.C.). La cultura de El Obeid se caracteriza por su cerámica brillante decorada en negro encontrada en dicha localidad, aunque existen otros ejemplos posteriores en Ur, Uruk y Eridú. Uno de los rasgos principales de la larga secuencia de niveles arqueológicos descubiertos en Eridú es la existencia de un pequeño santuario cuadrado (c. 5500 a.C.) reconstruido con una hornacina que pudo alojar la estatua de culto, delante de un altar ritual. Los templos superpuestos posteriormente son más complejos, presentando una cella central o verdadero santuario rodeado por pequeñas habitaciones con pórticos. El exterior estaba decorado con hornacinas y contrafuertes, elementos típicos de los templos mesopotámicos. En cuanto a la escultura en barro del periodo de El Obeid, se conservan la figura de un hombre de Eridú y de una mujer sujetando un niño en Ur. En varios de los lugares mencionados anteriormente se han encontrado diferentes objetos pertenecientes al último periodo de Uruk y al Jemdet Nasr, también conocido como periodo protoliteral (c. 3500-c. 2900 a.C.). La ciudad más importante fue Uruk, la Erech de la Biblia, actual Warka en Irak. El templo de caliza fue el edificio principal del quinto nivel en Uruk (c. 3500 a.C.). Aunque su superestructura no se ha mantenido, se conservan algunos restos, en un estrato de tierra compacta, que nos permiten intuir que fue un edificio con hornacinas de tamaño monumental (76×30 m). Algunas construcciones del cuarto nivel de Uruk estaban revestidas con mosaicos a base de conos de arcilla policromada que se incrustaban en los muros formando diseños geométricos. Otra de las técnicas decorativas fue el encalado o blanqueado de los muros. Esto ha hecho que se denomine como templo Blanco a un edificio construido en el área de Uruk, dedicado al dios sumerio Anu, que tuvo en su interior un santuario encalado, estrecho y largo. Situado sobre un elevado podio, el templo medía 12 metros desde el nivel del suelo, prefigurando la típica construcción religiosa mesopotámica, el zigurat o torre escalonada, cuya función consistía en acercar un poco más a los sacerdotes o soberanos a los dioses celestiales, o servir de estrado para que la deidad pudiera descender a comunicarse con los que la adoraban. En Uruk se han descubierto excepcionales esculturas en piedra. La más hermosa es una cabeza de mujer o diosa realizada en piedra caliza (c. 3500-c. 3000 a.C., Museo de Irak, Bagdad), que supuestamente tuvo incrustaciones decorativas en las cejas, en los grandes ojos abiertos y en la profunda raya central de su cabello. También en el Museo de Irak se conserva una vasija ritual de alabastro (3500-3000 a.C.) compartimentada en registros o bandas horizontales. La banda superior representa una procesión en la que el rey ofrece a la diosa de la fertilidad Inanna (véase Religión sumeria), o a su sacerdotisa, un cesto de frutas; sacerdotes desnudos llevan ofrendas en la central y en la franja más baja aparece una hilera de animales sobre formas vegetales. El último periodo Uruk incorporó el sello cilíndrico, seguramente en estrecha asociación con el primer uso de las tablillas de barro cocido. Su forma cilíndrica permanecerá como prototipo de sello mesopotámico en los 3.000 años siguientes. Estas pequeñas piedras grabadas se usaron como forma de identificación personal en cartas y documentos, envolviéndose en una banda de arcilla húmeda para obtener una impronta continua o escena simbólica en miniatura. Los sellos más antiguos exhiben motivos decorativos: toros, sacerdotes o reyes portando ofrendas, crías de ganado, motivos marinos o de caza, arquitecturas, leones con cabeza de serpiente y otras figuras grotescas. Los animales, reales o imaginarios, se reprodujeron con gran vitalidad, incluso cuando fueron interpretados de forma estilizada. El arte de los grabadores de sellos fue una expresión de la cultura mesopotámica tan importante como las artes monumentales.

– Periodo Protodinástico; La primera época histórica del dominio sumerio se extendió desde aproximadamente el 3000 a.C. al 2340 a.C. Al mismo tiempo que se continuaron las antiguas tradiciones constructivas se introdujo una nueva tipología arquitectónica: el templo oval, un recinto con plataforma central que sustenta un santuario. Las ciudades-estado dirigidas por gobernantes o soberanos que no eran considerados seres divinos se localizaron en Ur, Umma, Lagash (actual Tell al-Hiba), Kis y Esnunna (actual Tell Asmar). Muchos de los objetos realizados en este periodo son conmemorativos: relieves que describen escenas de banquetes, celebraciones de victorias militares o construcciones de templos. Muchas de ellas, como la estela de piedra caliza (conservada en el Museo del Louvre de París) del rey Eannatum de Lagash, se utilizaban frecuentemente como mojones. Dicha estela representa en uno de los lados al rey a la cabeza de su ejército en una batalla y por el otro lado al dios Ningirsu sosteniendo una red que contiene al enemigo derrotado. El Estandarte de Ur (c. 2700 a.C., Museo Británico de Londres) es una tabla adornada con conchas marinas, esquisto, lapislázuli y piedras rosáceas que muestra escenas religiosas o procesiones ordenadas en tres bandas. En los sellos cilíndricos tallados, así como en la escultura en metal, los temas mitológicos son los motivos más habituales de representación. En un gran relieve en cobre del templo de El Obeid (c. 2340 a.C., Museo Británico), un águila con cabeza de león o leontocéfala, con las alas extendidas, se cierne sobre dos ciervos. Las figuras, mitad hombre, mitad toro, fueron motivos destacados, así como las figuras femeninas luchando con leones. Sin embargo, hoy día no se pueden identificar todos estos motivos mitológicos. Se han encontrado también objetos refinadamente trabajados, como coronas, puñales, vasijas y otras piezas decorativas. Leonard Wooley, entre los años 1926 y 1931, encontró muchos de estos elementos en la necrópolis real de Ur (c. 2600 a.C.). Dos de los más hermosos representan a dos cabras rampantes (Museo Universitario de Filadelfia y Museo Británico de Londres) que descansan sus patas delanteras sobre un árbol dorado que termina sus ramas en rosetas simbólicas. El árbol, las cabezas y las patas de las cabras están cubiertas de oro repujado, los vientres están hechos de plata, su piel con conchas marinas y las barbas, pelaje y cuernos están tallados en lapislázuli. La escultura sumeria, generalmente de alabastro, exhibe una gran variedad de estilos, y sus formas geométricas pueden ser muy expresivas. Incluye figuras oferentes, sacerdotes o gobernantes, algunas de sexo femenino. En el templo de Abu en Tell Asmar se encontraron doce de ellas. Estas esculturas de piedra (c. 2740 a.C.-2600 a.C., Museo de Irak, Instituto Oriental de la Universidad de Chicago, Museo Metropolitano de Nueva York), con sus brazos dispuestos delante del pecho con las manos juntas, tienen ojos enormes, redondos y desorbitados de mirada fija, realizados con conchas marinas y caliza negra. Ligeramente más naturalista, el Museo del Louvre conserva una figura masculina sedente (c. 2400 a.C.) de alabastro procedente de Mari. La arquitectura de este periodo en Mari (actual Tell Hariri, Siria), muestra influencias del área occidental de Mesopotamia.

– Periodo Acadio; Los pueblos semitas acadios alcanzaron gradualmente el dominio de la zona hacia finales del siglo XXIV a.C. Bajo Sargón I el Grande, que reinó aproximadamente entre el 2335 a.C. al 2279 a.C., extendieron su dominio sobre Sumer, unificando toda Mesopotamia. Aunque subsisten pocos vestigios de su arte, los restos conservados están dotados de una maestría técnica y una fuerte energía. En las ciudades acadias de Sippar, Assur, Esnuna, Tell Brak y en su aún no encontrada capital Acad, el palacio se convierte en el edificio más importante en sustitución del templo. Una magnífica cabeza de cobre de Nínive (Museo de Irak), que representa probablemente a Naram-Sin, el nieto de Sargón que reinó durante los años 2255 a.C. al 2218 a.C., enfatiza la nobleza de estos soberanos acadios, que asumieron el aspecto de semidioses. El propio Naram-Sin es el protagonista de una estela en piedra arenisca, hábilmente realizada (Museo del Louvre), que muestra una de sus victorias en las montañas. El rey viste la tiara con cuernos, símbolo de la divinidad y, a diferencia de la iconografía de la estela de Eannatum, el dios protector no se reconoce por su ayuda en el éxito militar. Las fuerzas celestiales están simplemente insinuadas por estrellas solares situadas en la cumbre. Perfectamente adaptado a la forma de la piedra se destaca el movimiento rítmico del ejército triunfal de Naram-Sin subiendo la montaña y haciendo caer al enemigo. Los entalladores de sellos aplicaron las innovaciones acadias más significativas. El pequeño espacio de cada sello se rellena con escenas agitadas: dioses y héroes luchando cuerpo a cuerpo contra animales salvajes, monstruos y carros procesionales. Las escenas de presentación u ofrenda, en las que un intermediario o una deidad personificada presenta a otra figura ante un dios sedente de mayor importancia, constituyen una innovación temática acadia que evolucionó en los periodos siguientes. Algunos de los temas descritos en los sellos acadios han sido identificados con historias del Poema de Gilgamesh, aunque todavía muchas de ellas no han sido interpretadas.

– Periodo Neosumerio; Después de un mandato de siglo y medio, el Imperio acadio cayó bajo dominio de los gutis, pueblos nómadas que no centralizaron su poder. Esto permitió reorganizarse a las ciudades sumerias de Uruk, Ur y Lagash, iniciándose así la edad neosumeria o tercera dinastía de Ur (c. 2121-2004 a.C.). En Ur, Eridú, Nippur y Uruk se construyeron impresionantes santuarios que incorporaban zigurats realizados con ladrillos y adobe. Gudea (c. 2144-2124 a.C.), soberano de Lagash, contemporáneo de Ur-Nammu —el fundador de la tercera dinastía de Ur— se conoce por más de 20 estatuas que lo representan, realizadas en dos tipos de piedras negras y duras, la dolomita y la diorita. Sus manos están cruzadas al viejo estilo sumerio, pero su cara redonda y su ligera musculatura en brazos y hombros muestran el deseo del escultor por plasmar en este difícil soporte unas formas más naturales. La excepción aparece en las figuras antropomórficas que combinan rasgos zoomorfos, porque son más estáticas que el resto de las representaciones escultóricas. Los más realistas son unos pequeños relieves y estatuillas de terracota que representan a fieles haciendo sacrificios de animales, héroes legendarios, músicos e incluso una mujer amamantando a su hijo.

– Periodo Arcaico Babilonio o Periodo Paleobabilónico; Tras el declive de la civilización sumeria, Mesopotamia fue una vez más unificada por gobernantes semitas (c. 2000-1600 a.C.), como Hammurabi de Babilonia. La representación en relieve del soberano en su famoso código legal (c. 1780 a.C., Museo del Louvre) no es muy diferente de las estatuas de Gudea, aunque sus manos no estén cruzadas ni aparezca como intermediario ante el dios solar Shamash. De Mari procede el arte más original del periodo babilónico, incluyendo arquitectura, escultura, metalistería y pintura mural. La representación de animales, como en la mayor parte del arte mesopotámico, es más natural que la de los seres humanos. Los pequeños frisos de Mari y otras ciudades muestran escenas de la vida cotidiana con músicos, boxeadores, carpinteros y campesinos. Estas representaciones son mucho más reales que las del solemne arte religioso u oficial.

– Dinastías Casita y Elamita; Los casitas, pueblo de origen no mesopotámico, aparecieron en Babilonia poco después de la muerte de Hammurabi en el año 1750 a.C., sustituyendo a los gobernantes anteriores hacia el 1600 a.C. Los casitas adoptaron la cultura y el arte mesopotámicos. Los elamitas del oeste de Irán destruyeron el reino casita hacia el 1150 a.C. Su arte parece una imitación provinciana de los primeros estilos mesopotámicos. De hecho, su admiración por el arte acadio y babilonio les hizo llevarse la estela de Naram-Sin y el Código de Hammurabi a Susa, su capital iraní.

– Imperio Asirio; La primitiva historia del arte asirio, desde el siglo XVIII al XIV a.C., es aún en gran parte desconocida. El arte del periodo asirio medio o mesoasirio (1350 a.C. al 1000 a.C.) muestra su dependencia de las tradiciones estilísticas babilónicas. Por ello, los temas religiosos se presentan de una forma solemne, mientras que las escenas profanas se representan de una manera más naturalista. El zigurat fue la principal forma de la arquitectura religiosa asiria. El uso de ladrillos vidriados polícromos fue muy común en esta etapa mesopotámica. Con el paso del tiempo se convirtieron en la típica decoración arquitectónica neobabilónica, ya que las fachadas de los edificios se recubrieron con cerámica vidriada. El árbol de la vida y los grifos (animales mitológicos con cabeza de águila y cuerpo de león), que aparecen en los sellos cilíndricos y en las pinturas murales de los palacios, pueden proceder del arte hurrita de Mitanni, al norte de Mesopotamia. A diferencia de las antiguas, las decoraciones vegetales se volvieron estilizadas y artificiosas. Las imágenes simbólicas sustituyeron frecuentemente a las representaciones de los dioses. Tukulti-Ninurta I, rey entre los años 1244 a.C. y 1207 a.C., encargó gran parte de las obras artísticas y arquitectónicas que se realizaron en Assur, donde también construyó su propio palacio-ciudad, Kar Tukulti-Ninurta. En el arte de ambos asentamientos se acentúa la diferencia entre los dioses y los seres humanos. El friso narrativo, derivado de las escenas de estelas y sellos, será el elemento artístico más importante del arte asirio. El arte asirio genuino va a desplegarse en el periodo neoasirio o periodo asirio tardío (1000-612 a.C.), en la época de los grandes constructores. El primero de los últimos reyes asirios importantes fue Assurnasirpal II, que reinó del 883 al 859 a.C., y convirtió la ciudad de Nimrud (antigua Calach de la Biblia) en capital militar. Dentro de los muros de Nimrud, que abarcaba un área cercana a las 360 hectáreas, se alzaban la ciudadela y las principales construcciones reales, como el palacio real del noroeste, decorado con esculturas en relieve. Sargón II, que reinó entre el 722 y el 705 a.C., llevó las riendas del imperio desde una ciudad de nueva planta, Dur Sharrukin (actual Jursabad), que abarcaba 2,6 km2 y estaba rodeada por una muralla con siete puertas, tres de ellas decoradas con relieves y ladrillos vidriados. En el interior de dicho recinto se encontraba el palacio de Sargón, que contaba con más de 200 habitaciones y patios, un gran templo, residencias y templos de menor categoría. A su muerte sólo se había terminado parte del complejo arquitectónico. Su hijo y sucesor, Senaquerib, que reinó entre los años 705 y 681 a.C., trasladó la capital a Nínive, donde construyó su propio palacio al que denominó ‘palacio sin rival’, también conocido como el palacio del suroeste. Assurbanipal, que reinó del 669 al 627 a.C., construyó al norte de Nínive otro palacio. Los asirios adornaron sus palacios con magníficos relieves escultóricos. El alabastro verdadero, una piedra blanda que abundaba en la parte más alta del río Tigris, se podía tallar más fácilmente que las piedras duras utilizadas por los sumerios y los acadios. Para impresionar a los visitantes y realzar su poder ante los ojos de sus súbditos expusieron en letra cuneiforme, talladas en bandas horizontales por toda la superficie de los muros del palacio, crónicas que relataban su superioridad en las cacerías y en los campos de batalla. Además, el visitante que se acercara a las puertas de Nimrud o Jursabad, debía hacer frente a unas enormes esculturas, guardianes antropomórficos, leones, esfinges aladas con cabeza humana o toros con cinco patas para ofrecer un punto de vista frontal y otro lateral. A veces estos seres mitológicos se representaban iconográficamente en la figura de Gilgamesh y su cachorro de león o como oferentes que llevan animales al sacrificio. Una de las mejores muestras es el retrato idealizado de Sargón II en Jursabad, con un íbice entre sus manos (Museo del Louvre, c. 710 a.C.). Sin embargo, el tema principal de estos relieves de alabastro es puramente profano: el rey cazando leones y otros animales, el triunfo de los asirios sobre el enemigo o el rey deleitándose en su jardín. En la escena de Assurbanipal en Nínive (del siglo VII a.C., Museo Británico), el arpista y unos pájaros desde los árboles interpretan música para los soberanos, que están, reclinado él y sentada ella, bebiendo vino bajo una parra, mientras sus sirvientes los protegen de las moscas con abanicos, reconfortando así a la pareja real. La cabeza cortada del rey Elam, que cuelga de un árbol próximo, recuerda discretamente el poder asirio. Los escultores realizaron excelentes escenas de caza. Las fieras se representaban con más esmero que los seres imaginarios antropomórficos. El león y la leona moribundos, detalles de una escena de caza del palacio de Assurbanipal en Nínive (c. 668 a.C., Museo Británico), se consideran los más hermosos estudios de animales del mundo antiguo. Otros relieves de este edificio presentan escenas militares: batallas, asedio y asalto a ciudades, vida cotidiana en los campamentos del ejército, captura de prisioneros o el trato violento que se daba a los rebeldes. Los relieves arquitectónicos de los palacios de Nimrud, Jursabad y Nínive son importantes no sólo porque representan el punto culminante del arte mesopotámico, sino porque son valiosos documentos históricos. Aunque las ciudades, vistas marinas y paisajes no se representaron con el realismo y la perspectiva del arte occidental posterior, las construcciones fortificadas, los barcos, carros, trampas, sistemas de caza, armas, libaciones rituales y el vestuario se describen con tal nitidez que el observador actual puede hacerse una idea bastante exacta de su apariencia. Los diferentes pueblos que habitaban Mesopotamia, Siria y Palestina en el primer milenio a.C. están pormenorizados con gran realismo y pueden identificarse por su vestimenta, rasgos faciales y peinados. Entre los relieves de Nimrud del siglo IX a.C. y los de Nínive del siglo VII se observan diferencias estilísticas. En las escenas más antiguas los ejércitos se representan con pocos soldados, sin tomar en consideración el tamaño diferente que existe entre los seres humanos y los edificios. Las figuras se disponen en franjas superpuestas para sugerir profundidad. En las escenas de Nínive, las figuras talladas en bajorrelieve llenan todo el espacio pictórico, y no sólo hay un mayor estudio de los detalles, sino que a veces las figuras sobresalen, dando al espectador la impresión de que los personajes y los animales ocupan un espacio tridimensional. El arte de la glíptica o de los entalladores de sellos del último periodo asirio es una combinación de realismo y mitología. En las escenas naturalistas incluso aparecen símbolos de los dioses. En esta etapa se hicieron en Nimrud y en Jursabad fabulosas esculturas de marfil. En Nimrud se han encontrado miles de estas figurillas elefantinas, que manifiestan una gran variedad de estilos. Muchas, como los frisos de las leonas, quedaron abandonadas en los pozos del palacio del noroeste cuando la ciudad fue saqueada hacia el 612 a.C. Entre las piezas de Nimrud destacan un par de frisos que representan a leonas atacando un etíope (Museo de Irak y Museo Británico). Están realizadas en marfil, miden aproximadamente 10 cm de alto y presentan incrustaciones de lapislázuli y cornalina roja para darles brillo. Estas delicadas esculturas, que guardan un cierto parecido con los objetos sirio-fenicios encontrados en Arslan Tash, en la parte más alta del Éufrates, y en Samaria, capital del reino israelita, pudieron realizarse fuera de Asiria. Los bajorrelieves de las leonas incorporan iconografía egipcia y se asemejan a los prototipos de la artesanía fenicia. La que se conserva en el Museo Británico tiene en su base, presumiblemente como marca del artífice, la letra fenicia aleph. Quizás se importaron de Fenicia, o tal vez fueron realizadas por artesanos fenicios en tierras asirias. El arte de los pueblos que vivieron en la periferia del Imperio asirio suele carecer del atractivo estético del realizado en la capital. En Tell Halaf el palacio de un gobernante local fue decorado con extraños relieves y esculturas, entre cuyas figuras aparece un hombre-escorpión. En Tell Ahmar, en el norte de Siria (antigua Til Barsip, la ciudad asiria de Kar Salmanasar), se descubrió un palacio decorado con pinturas murales asirias. Algunas se han datado a mediados del siglo VIII a.C. y otras en el siglo VII a.C. en la reconstrucción realizada bajo Assurbanipal. En los muros más antiguos aparecen escenas con genios alados, la derrota y ejecución despiadada de tropas enemigas, audiencias concedidas a oficiales y escribas consignando los botines de las naciones sojuzgadas. Las decoraciones pictóricas de Jursabad, más formalistas, consistían en motivos repetidos en franjas, rematadas por dos figuras rindiendo homenaje a la divinidad. Las excavaciones en Luristán, región montañosa al oeste de Irán, han sacado a la luz exquisitos bronces con criaturas fantásticas, probablemente realizadas a mediados del último periodo asirio y utilizadas como ornamento en arneses, armas y otros utensilios.

– Arte Sirio, Fenicio y Palestino; Al encontrarse Siria, Fenicia y Palestina en la ruta terrestre entre Asia Menor y África, el arte antiguo de estas regiones muestra la influencia de aquellos que la conquistaron, la atravesaron o comerciaron con sus habitantes. Se han encontrado sellos cilíndricos mesopotámicos del periodo artístico Jemdet Nasr tanto en la ciudad israelí de Megiddo, como en Biblos, capital de Fenicia. Los hurritas del norte de Siria se especializaron posteriormente en la talla de estos sellos. Las estatuillas en bronce encontradas en Biblos, así como los puñales y otras armas ceremoniales de comienzos del segundo milenio a.C., son ya marcadamente fenicios. Aunque los motivos utilizados por los artistas locales proceden de más allá de su región inmediata (Creta, Egipto, el Imperio hitita y Mesopotamia), la técnica empleada en los objetos artísticos encontrados en Biblos y Ugarit, con todo su significado cultural, es específicamente fenicia. Los orfebres y plateros fenicios fueron diestros artesanos, pero la calidad de su trabajo dependió de la sensibilidad de su clientela. Quizás gracias a la competencia egipcia, el trabajo en marfil fue siempre excelente. Los fenicios vendieron sus mercancías por todo Oriente Próximo, y la expansión de su iconografía, como la de su alfabeto, puede atribuirse a que fueron grandes comerciantes de la antigüedad.

– Periodo Neobabilónico; Los babilonios, en coalición con los medos y los escitas, derrotaron a los asirios en el año 612 a.C., saqueando las ciudades de Nimrud y Nínive. Ellos no establecieron un nuevo estilo o iconografía. En los mojones de piedra, por ejemplo, se representaron las antiguas escenas de los reyes acompañados por símbolos divinos. La creatividad neobabilónica se manifiesta en la arquitectura de Babilonia, la capital del reino, que alcanzó su máximo esplendor entre el 626 a.C. y el 539 a.C. Esta enorme ciudad, destruida en el 689 a.C. por Senaquerib, rey de Asiria, se reconstruyó por iniciativa del rey Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor II. Dividida por el Éufrates, se necesitaron 88 años para construirla y protegerla con doble muralla. E-Sagila, el templo de Marduk, fue su edificio principal junto con Etemenanki, un zigurat cercano de siete pisos conocido más tarde como la torre de Babel. El zigurat alcanzaba una altura de 91 metros; en el piso más alto se alzaba un templo construido con adobes secados al sol y revestido de ladrillos cocidos. Al norte del templo de Marduk se extendía un camino procesional de paredes decoradas con figuras esmaltadas de leones. Atravesando la Puerta de Istar se llegaba a un pequeño templo, donde se celebraban las ceremonias religiosas del año nuevo. Al oeste había dos complejos palaciegos. Al este de la vía procesional se estableció, desde los tiempos de Hammurabi, una zona residencial. Se conservan pocos vestigios de la ciudad y de los famosos jardines colgantes del palacio de Nabucodonosor II, una de las siete maravillas del mundo. La Puerta de Istar (c. 575 a.C.) es una de las pocas estructuras conservadas. El último rey babilonio, Nabonides, cuyo reinado se extiende entre los años 556 a.C. y 539 a.C., reconstruyó la antigua capital sumeria de Ur, incluyendo el zigurat de Nanna, que competía en esplendor con el zigurat de Etemenanki en Babilonia. Su estado de conservación es bueno y la fachada de ladrillo ha sido recientemente restaurada. El año 539 a.C. el reino neobabilónico cayó bajo el dominio de Ciro II el Grande, rey Aqueménida de los persas. Mesopotamia se incorporó al Imperio persa, y en Babilonia, que se convirtió en una de sus capitales administrativas, se construyó un palacio real. Entre los vestigios babilónicos de los tiempos de Alejandro el Magno, el conquistador del Imperio persa, se conserva un teatro en la actual localidad de Humra. El esplendor de Babilonia acabó aproximadamente el 250 a.C., cuando los habitantes de dicha ciudad se trasladaron a Seleucia, ciudad construida por los sucesores de Alejandro.