La duración del Imperio bizantino se prolongó durante casi 1.000 años, desde la caída del Imperio romano de Occidente en el año 476 hasta la toma de Constantinopla por los otomanos en 1453. Su hegemonía se extendió hacia el Mediterráneo por el oeste y hasta Armenia por el este. Aunque los conquistadores otomanos destruyeron algunos tesoros artísticos bizantinos, se han conservado muestras suficientes para hacer interpretaciones de gran fundamento.
El arte y la arquitectura bizantinas evolucionaron para satisfacer las necesidades de la Iglesia ortodoxa. A diferencia de la Iglesia católica, en la que la veneración de las santas reliquias fue habitual hasta el final de la edad media, la Iglesia oriental promovió el culto popular a los iconos. Estos retratos de santos y vírgenes, representados en posición frontal, solían ser imágenes estilizadas. Aunque podían realizarse sobre distintos soportes, como pinturas murales o mosaicos, generalmente se pintaban sobre pequeñas tablas.
La mayor parte del arte bizantino comparte la cualidad abstracta de los iconos. Sus antecedentes artísticos parecen remontarse a Mesopotamia y al interior de Siria y Egipto, donde perduró el arte hierático del Oriente antiguo, como se aprecia en las pinturas murales de Dura-Europos en el Éufrates y en los frescos de los primeros monasterios del alto Egipto. A pesar de ello, en dos de las ciudades más importantes de estas regiones, Antioquía y Alejandría, también se conservó el estilo naturalista helenístico, al igual que en Pompeya y Roma. El arte bizantino, por tanto, nunca perdió por completo su herencia helenística, que de hecho se mantuvo como una fuente importante de inspiración y renovación, aunque en este proceso hubo que adoptar el carácter de la fe ortodoxa. El arte paleocristiano de los siglos III y IV asumió el estilo y las formas del paganismo clásico, y evitó el modelado de bulto redondo para eliminar la representación material de las figuras sagradas. La escultura se limitó así a unas placas de marfil, generalmente dípticos, esculpidas en bajorrelieve para minimizar los efectos escultóricos.
Los mosaicos fueron el método habitual para la decoración de las iglesias bizantinas. Estas representaciones, compuestas por pequeñas piezas ortoédricas o teselas de cristal coloreado o revestido con pan de oro, cubrían la superficie interior de los muros y las bóvedas, produciendo un misterioso efecto lumínico que se adaptaba perfectamente al carácter de la religión ortodoxa. Al mismo tiempo, su carácter suntuario simbolizaba la magnificencia de la corte imperial y el poder de su emperador, cabeza visible de la Iglesia ortodoxa.
– Periodo Protobizantino; Aunque en ocasiones el arte del siglo V se considera como el arte del primer periodo bizantino, es más exacto encuadrarlo en el seno de la antigüedad tardía. En este periodo se desarrolló la transición entre la tradición clásica del arte paleocristiano y el verdadero estilo bizantino, iniciado poco después del año 500, cuando los retratos de los cónsules asumieron el carácter hierático de los iconos religiosos. La edad de oro de este primer periodo bizantino coincide con el reinado del emperador Justiniano (527 al 565), constructor prolífico y mecenas de las artes.
1. Mosaicos; La evolución del arte bizantino durante el periodo de Justiniano se refleja en los distintos estilos de los mosaicos. Estos varían desde la austeridad de la La transfiguración de Cristo (c. 540), en el ábside de la iglesia monástica de Santa Catalina en el monte Sinaí (Egipto), al cortejo de mártires (mediados del siglo VI) de la basílica de San Apolinar Nuevo, en Ravena (Italia), que recuerdan las procesiones de figuras oferentes del arte antiguo del Oriente Próximo. En el año 547 se concluyó, en la iglesia de San Vital de Ravena, una de las series de mosaicos más extensas de la edad de oro de Justiniano. Sus diferentes estilos figurativos aparecen por adaptación a las intenciones temáticas y no por una simple diversidad estilística. Las escenas del coro, basadas en el Antiguo Testamento son una muestra del modelo narrativo especialmente por su fondo pintoresco de rocas, flores y nubes rosáceas, con evidentes reminiscencias pompeyanas. En el muro curvo del ábside, por su parte, aparece el emperador Justiniano frente a su esposa Teodora, ambos flanqueados por su corte y ataviados con sus atributos imperiales. El emperador (reverenciado como vicario de Cristo en la Tierra), la emperatriz y su séquito se yerguen frente al espectador, con la mirada perdida al estilo de las representaciones icónicas. Por último, en la bóveda de horno que cubre el ábside, aparece la figura de Cristo imberbe (como un Apolo) sentado sobre la esfera del Universo, un Cristo sedente derivado de los sarcófagos paleocristianos que ejemplifica la herencia clásica en el arte bizantino. Estos tres modelos (narrativo, icónico y de inspiración clásica) se repitieron en todos los periodos trascendentes del arte bizantino.
2. Arquitectura; En el primer periodo bizantino se pueden distinguir dos tipos de iglesias: la basílica, compuesta por tres naves longitudinales de distinta altura y cubierta con una techumbre de madera a dos aguas, y la iglesia de planta centralizada organizada en torno a un espacio cubierto por una cúpula de material pétreo. El segundo modelo predominó hasta el final del Imperio bizantino. El ejemplo culminante de la tipología centralizada es la basílica de Santa Sofía en Constantinopla, concluida el año 537 según el proyecto de Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles. El exterior, de aspecto austero debido a la ausencia de decoración, se configura de acuerdo a una jerarquía piramidal, pero el mayor interés artístico, como en todas las iglesias bizantinas, se concentra en el espacio interior. La inmensa cúpula central, que se eleva 56 metros sobre el suelo, parece flotar sobre un anillo de luz que penetra por los vanos que circundan su base. Para facilitar el tránsito hacia la planta cuadrada se dispusieron cuatro triángulos esféricos, llamados pechinas, que discurren entre el borde de la cúpula y los machones de cuatro enormes arcos que la sustentan. La iglesia mantiene un sutil eje longitudinal, conformado por dos semicúpulas que flanquean a la cúpula central y por las galerías laterales, que enmascaran los enormes contrafuertes que sustentan el peso de la estructura. De este modo se consiguió un espacio de apariencia mágica, dispersado en los bordes mediante exedras, nichos y arquerías y dominado por la cualidad material de la luz. Este efecto se reforzó con la decoración de mosaicos deslumbrantes y revestimientos de mármol.
– Periodo Iconoclástico; Aunque el arte religioso estaba estrechamente ligado a la Iglesia de Oriente, ciertas partes en su seno se opusieron a cualquier representación de escenas o personajes sagrados. Esta postura llevó al comienzo de la iconoclasia en el año 726, cuando el emperador León III el Isaurio ordenó la destrucción por todo el imperio no sólo de los iconos, sino de todas las representaciones religiosas donde apareciera la figura humana. Únicamente el territorio bizantino de Italia se resistió a esta nueva norma. Sin embargo, las artes decorativas prosperaron durante el periodo iconoclasta. Algunas ideas de su carácter se plasmaron en el trabajo de los artistas musivarios, como la decoración a base de volutas de acanto de la cúpula de la Roca en Jerusalén (finales del siglo VII), los encantadores paisajes de árboles de la mezquita mayor de Damasco (706-715) o los motivos geométricos del mihrab de la mezquita de Córdoba. Los ejemplos más antiguos de tejidos de seda bizantinos, algunos con motivos inspirados en los diseños de la antigua Persia, están fechados en el periodo iconoclasta. En las iglesias de Occidente se usaron estos tejidos, importados de Oriente, como cortinas del sagrario y sudarios de santos y gobernantes.
– Periodo Bizantino Medio (El Renacimiento Macedónico); La prohibición de llevar a cabo representaciones figurativas fue cancelada finalmente el año 843, y con la llegada de la nueva dinastía macedonia (867-1056), se inauguró una segunda edad de oro del arte bizantino conocida como el periodo bizantino medio. Durante este periodo del renacimiento macedónico el arte experimentó un resurgimiento de las tradiciones clásicas. Este hecho puede comprobarse en los pocos manuscritos miniados que se han conservado de los siglos IX y X. Las miniaturas a página entera están basadas en el estilo helenístico del arte griego desarrollado durante el periodo tardío.
1. Las pinturas; Los artistas bizantinos aprendieron otra vez, estudiando los antecedentes clásicos, la representación de figuras vestidas en el estilo de paños o pliegues mojados. También intentaron sugerir la valoración de luces y sombras que crea la ilusión de espacio tridimensional y da vida a la superficie pintada. Sin embargo, las imágenes religiosas sólo se aceptaban si la figura humana no se representaba como una presencia física tangible. Los artistas bizantinos resolvieron este problema por medio de la abstracción, es decir, por medio de diseños planos que conservaran el interés visual de la composición mientras evitaban cualquier modelo concreto y con ello cualquier apariencia corporal. De este modo establecieron convencionalismos para la representación de la figura humana que perduraron en los restantes siglos del arte bizantino.
2. Arquitectura; El periodo bizantino medio fue un momento de consolidación arquitectónica, en contraste con los experimentos llevados a cabo en la época de Justiniano. La tipología de iglesia de planta centralizada se consolidó y los temas representados en la decoración de mosaicos fueron sistematizados de acuerdo a las creencias y prácticas de la Iglesia ortodoxa. El modelo de iglesia centralizada de este periodo medio fue la de planta de cruz griega inscrita en un cuadrado. Como en Santa Sofía, su principal elemento era la cúpula central sobre planta cuadrada, flanqueada por cuatro brazos iguales dispuestos en cruz. Sin embargo, la cúpula no estaba sostenida por pechinas, sino por trompas (pequeños arcos ascendentes fijados en diagonal en las esquinas del cuadrado). Las zonas más bajas del espacio interior correspondían a los pequeños espacios creados entre los brazos de la cruz y el gran cuadrado dentro del que se inscribe la iglesia.
3. El Mosaico y el Esmalte; El típico esquema decorativo de las iglesias de planta de cruz griega puede ser fácilmente reconstruido por los ciclos de mosaicos de Nea Noma (isla de Quíos), San Lucas (Fócida), el monasterio de Dafne (cerca de Atenas) y muchas otras iglesias griegas del siglo XI. El esquema estaba basado en la disposición jerárquica de los temas en una sucesión ascendente. Los santos de menor categoría estaban relegados a las áreas más bajas y menos visibles del interior. Los santos más importantes se situaban en los elementos estructurales principales. En las superficies murales mayores y en los niveles más altos bajo la cúpula se colocaban las escenas de los Evangelios y de la vida de la Virgen María. En las bóvedas se pintaban los temas celestiales, como la Ascensión de Cristo. El tema de Pentecostés, representado por una serie de rayos de luz que descienden sobre los apóstoles, ocupaba la bóveda del brazo oriental. Al fondo, en el centro de la bóveda de horno (semicúpula) sobre el ábside, impera una espléndida Virgen amamantando al niño Jesús. Desde el centro de la cúpula, el pantocrátor, o enorme busto de Cristo barbado que gobierna el mundo, mira hacia el Universo creado. De esta forma la iglesia se convierte en un símbolo del cosmos, y todo el interior con su jerarquía de imágenes sagradas se transforma en un inmenso icono tridimensional. A menor escala se realizaron trabajos en esmalte alveolado, una técnica en la que los artesanos bizantinos fueron especialmente diestros. Algunos ejemplos conservados incluyen coronas (entre ellas la famosa corona de San Esteban de Hungría) y un gran número de suntuosos relicarios, y su influencia se percibe en las coronas visigodas del tesoro de Guarrazar. Los orfebres bizantinos forjaron también otros objetos litúrgicos en oro y plata.
– Periodo Bizantino Medio (el Arte de la Dinastía Comnena); La segunda fase más importante del periodo bizantino medio coincidió con el dominio de la dinastía imperial Comnena (1057-1204). Su arte inauguró una nueva tendencia artística que se continuó en los siglos sucesivos. El icono de la Virgen de Vladímir (c. 1125, Galería Tretyakov de Moscú) muestra un carácter humanístico bastante alejado del primer arte bizantino. Ahora la Virgen María, en lugar de mostrar el tradicional hieratismo, aprieta su mejilla contra la del niño Jesús. En un fresco del año 1164 de la iglesia de San Pantaleón en Nerezi (Croacia) podemos encontrar el humanismo comneno en un nuevo tema iconográfico, el Threnos o Virgen Dolorosa, representado con un intenso patetismo. Al igual que la Virgen de Vladímir, esta pintura al fresco es obra de un pintor de Constantinopla.
Las series más extensas de mosaicos comnenos son los realizados a partir de 1174 por artistas bizantinos para la gran iglesia de Monreale en Sicilia. El esquema decorativo de los mosaicos orientales tuvo que readaptarse a la estructura de la basílica. Las escenas del libro del Génesis ocupan los espacios pictóricos situados entre y por debajo de la arquería de la nave central, siguiendo un precedente occidental. Los temas de El sacrificio de Isaac, Rebeca en el pozo y Jacob luchando con el ángel, representados en un nuevo estilo narrativo más dinámico, se adaptan hábilmente al espacio plano de los arcos. Arriba, en la inmensa semicúpula del ábside, se alza el gigantesco busto del pantocrátor.
Estos mosaicos de Sicilia son otro ejemplo de la exportación del arte del periodo medio hacia los territorios situados más allá de los límites del Imperio oriental. En algunas cúpulas del oeste de Francia pueden detectarse influencias del arte bizantino. En la república de Venecia el arte y la arquitectura bizantinas predominaron durante los siglos XI y XII. La catedral de San Marcos (iniciada en el año 1050), con sus cinco cúpulas, fue construida siguiendo el modelo cruciforme de la iglesia justiniana de los Santos Apóstoles de Constantinopla. En la catedral de Torcello el gran paramento del Juicio Final en el muro occidental y la impresionante visión de la Virgen y el Niño en la semicúpula absidal fueron probablemente obras de artistas orientales. El arte bizantino se introdujo en el Imperio Ruso gracias a la catedral de Santa Sofía de Kíev, fundada en el año 1037. La influencia bizantina en el arte occidental se prolongó hasta el siglo XIII. En el extremo oriental, sin embargo, el periodo medio tuvo un final traumático con el saqueo de Constantinopla por los caballeros cruzados en el año 1204.
– El Periodo Paleólogo (o Tardobizantino); Cuando la última dinastía bizantina, la de los emperadores Paleólogos (1261-1453), accedió al poder, terminó el breve intervalo de tiempo durante el que Constantinopla estuvo bajo dominio occidental. Durante el periodo Paleólogo tuvo lugar el último florecimiento del arte bizantino, que mantuvo hasta el final su vitalidad y creatividad artísticas.
1. Arquitectura; En este periodo evolucionaron ciertas características arquitectónicas que ya habían sido prefiguradas en el periodo bizantino medio, bajo la dinastía Comnena. En general, se realzaron las proporciones verticales y las iglesias con cinco cúpulas se convirtieron en la nueva tipología dominante. Los tambores, elementos sobre los que descansan las cúpulas, fueron estructuras elevadas de planta octogonal, mientras que las cúpulas se redujeron a pequeñas linternas. Se concedió una atención especial al embellecimiento de los exteriores.
2. La Pintura y los Mosaicos; Los cambios más importantes se produjeron en la decoración de las iglesias. Salvo algunas excepciones, como los espléndidos mosaicos de la iglesia de San Salvador de Chora, en Constantinopla (1310-1320), la pintura mural remplazó a la costosa decoración con mosaicos. Las normas que regían la disposición jerárquica de las figuras en las iglesias del periodo bizantino medio se abandonaron. Las escenas narrativas ocuparon en algunos casos las bóvedas, y el tamaño de las figuras tendió a disminuir, estableciéndose un nuevo énfasis en los paisajes y en los fondos arquitectónicos. En los mosaicos de la iglesia de Chora unas estructuras arquitectónicas fantásticas (que evocan el cubismo del siglo XX) se combinaron cuidadosamente con las figuras. En un fresco coetáneo de la iglesia de Peribleptos en Mistra (Grecia) se representa el tema de la Natividad con un inmenso erial rocoso de fondo que agrava el aislamiento de las pequeñas figuras de la Virgen María y el niño Jesús. En el fondo de la Resurrección de Lázaro, en la iglesia de la Pantanasa de Mistra (1428), una amplia hendidura entre dos altas cumbres simboliza el abismo de la muerte que separa al cuerpo momificado de Lázaro del Salvador lleno de vida. Aunque los artistas hicieron hincapié en los escenarios, fueron muy prudentes para evitar cualquier ilusión perspectiva que hubiera destruido el carácter espiritual de las escenas.
Aunque conservaron las formas compositivas de las imágenes tradicionales, se reinterpretaron con novedosa vitalidad. En un fresco del ábside de la capilla funeraria contigua a la iglesia de Chora en Constantinopla, el tema de la Anastasis (el descenso de Cristo al limbo) se representa con una extraordinaria energía: Jesucristo resucitado avanza victoriosamente a través de las puertas del infierno, hechas pedazos, para liberar a Adán y Eva de la condenación. La Koimesis o Asunción de la Virgen María se representó de acuerdo a un simple pero efectivo orden: el cuerpo horizontal de la Virgen se contrapone a la figura vertical de Cristo, que sostiene en el aire su alma ascendente. En la iglesia de Sopoçani (c. 1265, Serbia) esta composición básica de la Virgen y Cristo se extiende a lo largo de una gran cohorte de ángeles, ordenados en un semicírculo alrededor de la figura del Redentor.
La tradición del arte Paleólogo continuó en los Balcanes hasta la mitad del siglo XV. Para entonces, sin embargo, los días de gloria de Constantinopla habían terminado. Hostigado por los turcos, el Imperio se redujo a poco más que la propia ciudad. El final llegó con la toma de Constantinopla por Mehmet II en 1453. No obstante, el arte y la arquitectura bizantinas se conservaron. Santa Sofía proporcionó el modelo para las mezquitas que los turcos otomanos construyeron en Estambul, el nuevo nombre de la ciudad de Constantinopla. Las iglesias de Rusia continuaron construyéndose en una exótica versión eslava del estilo bizantino. En Europa oriental y en otras partes del mundo ortodoxo, las tradiciones seculares de la pintura de iconos se transmitieron a través de muchas generaciones y, aunque influenciadas por el arte occidental, estas tradiciones han sobrevivido hasta hoy día.