Es un término genérico y peyorativo que se ha utilizado en Alemania por el movimiento nacionalsocialista para designar las obras de arte y las diferentes tendencias del arte moderno prohibidas por razones ideológicas.
La campaña de política cultural nacionalsocialista contra el arte moderno cobra forma con la exposición de Arte degenerado organizada en 1937 en Munich, donde se exhibieron 650 de las 16.000 pinturas, grabados y esculturas confiscadas a los museos alemanes por no cumplir el ideal estético de la “grandeza de la raza aria” exigido por los nacionalsocialistas. Esta exposición, que atrajo a más de dos millones de visitantes, resultó un extraordinario éxito propagandístico. Reunió a casi todos los artistas importantes de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, desde Paul Cézanne, Vincent van Gogh y Paul Gauguin hasta Otto Dix, George Grosz, Pablo Picasso, Marc Chagall, Max Liebermann, los artistas del grupo Die Brücke, August Macke, Wassily Kandinsky, Max Beckmann, Käthe Kollwitz o Emil Nolde, miembro del partido al comienzo del nacionalsocialismo.
En la misma línea represiva, el gobierno apartó de su puesto de trabajo en la enseñanza pública a personalidades como Paul Klee o Max Pechstein y en 1933 exigió el cierre de la Bauhaus dirigida por Walter Gropius. En 1939 algunas de las piezas más importantes son subastadas en Lucerna (Suiza). Numerosas obras pertenecientes al “arte neurótico de algunos desequilibrados”, como las definía el partido, desacreditadas en aquella época, no han vuelto a ser nunca más encontradas. Probablemente fueron quemadas en 1939 en el “auto de fe” que se celebró de forma espectacular ante el cuartel de los bomberos de Berlín. El término “degenerativo o degeneración” se aplicó igualmente a la nueva música, especialmente a la producida por la segunda escuela vienesa, a la que pertenecían autores como Arnold Schönberg, Anton von Webern y Alban Berg, o a la de Paul Hindemith, Ernst Krenek y Franz Schreker.