La pintura o escultura librada de toda referencia exterior: el concepto fue usado por primera vez por Van Doesburg (1930) y V. Kandinsky.
Durante el periodo de entreguerras designa una tendencia de la abstracción que reivindica la objetividad y la autonomía de su lenguaje plástico y su capacidad para crear una realidad nueva, fuera de toda referencia o evocación de la realidad del mundo exterior. En 1930, el artista holandés Theo van Doesburg publicó en el primero y único número de la revista parisina Art Concret, un manifiesto (firmado también por Carlsund, Hélion, Tutundjian y Wantz) de seis puntos que sentaba las bases teóricas del arte concreto: arte calculado, lógico, que excluye cualquier expresión subjetiva y que reclama, por el contrario, que la obra sea “concebida y conformada enteramente en la mente antes de su ejecución”. Junto al manifiesto presentó el cuadro La Composition arithmétique, obra abstracta geométrica cuya composición está regida por relaciones lógicas y estructuras deductivas, verificando el axioma según el cual “la construcción del cuadro, al igual que sus elementos, debe ser simple y controlable visualmente”.
A finales de la década de 1930 y después de la II Guerra Mundial, Max Bill y los artistas suizos Richard Paul Lohse, Camille Graese y Verena Loewengsberg, llevaron aún más lejos estos métodos objetivos de creación utilizando con profusión tramas, módulos, series, progresiones aritméticas y geométricas: el arte concreto se convirtió en arte sistemático, incluso arte programado. Tuvo un destino similar en Francia durante la década de 1950 con François Morellet, François y Véra Molnar, Almir Mavignier y Jesús Rafael Soto, entre otros, y en Inglaterra con Anthony Hill o Kenneth Martin. Algunos de sus principios de composición se encontrarán más tarde en el Op Art (arte óptico) así como en el arte minimalista estadounidense; por extensión, la etiqueta ‘arte concreto’ ha terminado por designar una gran parte de la abstracción geométrica creada después de la guerra.