La música cantada (véase canto) por un grupo de personas que interpretan al unísono o a varias voces una composición musical (véase coro); en términos generales la música coral señala que hay dos o más cantantes por cada voz, mientras que el término canción se usa para la música vocal con un solo cantante por cada parte; la mayoría de la música coral está compuesta para un coro.
Si bien la música occidental ha desarrollado complejos géneros de música coral, la práctica del canto coral se encuentra a lo largo de todo el mundo. Dicho canto a menudo acompaña las labores manuales, expresa alegría o tristeza o bien forma parte del ritual religioso. Entre las variadas y numerosas tradiciones del canto coral en el mundo está la polifonía (o canto a varias partes), los coros polirrítmicos de la música africana; la relajada armonía en terceras y sextas de los Alpes y las zonas eslavas del norte; las tensas voces femeninas de los cánones de los Balcanes, a veces en segundas paralelas; el canto coral al unísono que suele acompañar a la orquesta de gamelán de Indonesia; y los coros al unísono o polifónicos de Oceanía. En la antigua Grecia los sentimientos religiosos se expresaban en los dramas mediante el coro; si bien los miembros de éste eran bailarines, actores y cantantes a la vez (como los integrantes de la ópera moderna), el término coro con el tiempo indicaría solamente a los cantantes.
– La evolución del coro en la música Occidental; Los coros occidentales comenzaron a existir de forma efectiva en el siglo VI, cuando el papa Gregorio I, conocido como el Grande, estableció escuelas de canto en los centros europeos del cristianismo, a fin de asegurar la correcta interpretación de música litúrgica. Muchos coros medievales aún famosos (con niños y hombres adultos formados para cantar las partes de sopranos, contraltos, tenores y bajos) florecieron en las iglesias, colegios y capillas reales. Entre éstos se incluyen algunos que aún están en activo y que ahora están asociados a la capilla Sixtina de Roma: la Catedral de San Esteban de Viena, Austria; la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, en Alemania y, en Inglaterra, el King’s College de la Universidad de Cambridge y la Capilla Real de Londres.
Durante los siglos XVI y XVII, la música coral se extendió más allá de los límites de la liturgia. La Reforma animó el canto colectivo e informal de canciones religiosas (salmos métricos en Francia, Suiza, Inglaterra y Escocia, y de corales o himnos, en Alemania). Por el contrario, el renacimiento, de inspiración italiana, había seguido los pasos precedentes de las chansons francesas del siglo XV (canciones profanas) y estimuló a los cantantes aficionados a interpretar madrigales y otras canciones, géneros que ahora suelen interpretarse de forma coral. En el siglo XVIII las obras orquestales con acompañamiento de coro de Johann Sebastian Bach y del compositor anglo-germano Georg Friedrich Händel despertaron un entusiasmo que encontró su cauce en los coros de aficionados, en los que las mujeres cantaban las partes de soprano y contralto. Los festivales de coros se hicieron habituales durante los siglos XIX y XX. En el siglo XX los grupos corales han tendido a especializarse en estilos o compositores particulares. Suelen estar asociados a instituciones civiles, académicas, eclesiásticas o nacionales.
– Sus géneros musicales; A medida que la liturgia católica se hacía más compleja, también lo hacía su música. Desde el siglo XII al XV el canto gregoriano con una única línea melódica dio nuevas alas a la música de iglesia polifónica en latín. Los principales vehículos para el desarrollo de la polifonía occidental durante estos siglos fueron géneros como la antífona y, especialmente, el motete y la misa. Sus equivalentes ingleses en el siglo XVI fueron los himnos religiosos y el servicio. Entre los grandes maestros de la música de iglesia de los siglos XV y XVI se incluían el francés Guillaume Dufay, el italiano Giovanni da Palestrina, el español Tomás Luis de Victoria y el inglés William Byrd. Durante el siglo XVI el equivalente profano del motete era el madrigal, un género en el cual destacaron, entre otros, los compositores italianos Luca Marenzio y Claudio Monteverdi, así como los compositores ingleses John Wilbye y Thomas Weelkes. Durante esa época, gran parte del canto en grupo se hacía sin acompañamiento instrumental. Esa tradición se mantiene en la mayor parte de los cantos de partes modernos.
Los compositores más destacados del barroco tardío, Händel y Bach, fueron maestros en el estilo alemán, así como en el dominio de las avanzadas técnicas italianas, francesas e inglesas. Händel se estableció en Inglaterra y llevó al oratorio a sus más altas cotas de desarrollo. Bach basó sus Pasiones y cerca de 300 cantatas en la música coral luterana.
Durante el clasicismo (entre 1750 y 1820), la orquesta comenzó a igualar al coro en importancia en las misas de Ludwig van Beethoven, Wolfgang Amadeus Mozart y Joseph Haydn. Las grandes obras corales de los siglos XIX y XX utilizaban instrumentos musicales, muchas veces para reforzar el significado de los textos. Notables ejemplos de ello los encontramos en el Requiem (1874) del italiano Giuseppe Verdi, el Requiem alemán (1868) de Johannes Brahms, La Atlántida (1926-1946) del español Manuel de Falla, el Psalmus hungaricus (1923) del húngaro Zoltán Kodály y en los Carmina Burana (1937) del alemán Carl Orff.
Los grandes géneros corales con textos profanos a menudo resultan difíciles de distinguir de las obras sagradas. Händel y el compositor inglés Henry Purcell, por ejemplo, usaban las mismas técnicas en sus odas corales que celebraban ocasiones civiles y cortesanas, que en la música para iglesia. Musicalmente, lo sagrado y lo profano también se confundían durante la era del romanticismo (entre 1820 y 1900), un periodo en el cual los compositores a menudo acudían a grandes poetas para los textos de sus obras corales seglares. Por ejemplo, tanto La primera noche de Walpurgis (1831, revisada en 1843) del compositor alemán Felix Mendelssohn como La condenación de Fausto (1846) del francés Hector Berlioz utilizaban textos del poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe.
La introducción de voces en un género antes puramente instrumental, la sinfonía, llevó a la creación de un repertorio de sinfonías corales. La primera y más famosa de ellas es la Sinfonía nº 9 en re menor, opus 125 (1824) de Beethoven, cuyo último movimiento incorpora un arreglo coral del Himno a la Alegría del poeta alemán Friedrich von Schiller. Entre los sucesores más importantes encontramos las sinfonías Segunda, Tercera y Octava (1894, 1895, 1907) del compositor austriaco Gustav Mahler. Los avanzados lenguajes del siglo XX se incorporarán en obras como la Sinfonía de los salmos (1930) del ruso Ígor Stravinski, los Canti di prigionia (Cantos de prisión, 1941) del italiano Luigi Dallapiccola, la Pasión según san Lucas (1966) del polaco Krzysztof Penderecki y las Tres pequeñas liturgias sobre la presencia divina (1944), del francés Olivier Messiaen.