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verosimilitud cinematográfica

La voluntad de verosimilitud atañe a la cinematografía desde sus orígenes. En íntima correlación con los avances técnicos, el cine de comienzos del siglo XX ya delata ese deseo de expresar cierta verdad dramática, así establecida en el pacto ficcional que se traza entre los espectadores y el texto fílmico. De efectuarse con carácter documental, la realización cinematográfica proyecta una imagen de la realidad que asume la veracidad como convención. Así, los documentales de Robert Joseph Flaherty resultan verosímiles para el público de su época por expresar un criterio antropológico bien asumido por aquellos espectadores del primer tercio de siglo.
En contraste, la patente teatralidad de los títulos rodados en Francia por la sociedad Le Film d’Art, son una verosímil traducción de las convenciones teatrales que, por pacto ficcional, espera el público burgués. Pero el máximo exponente de la fórmula, El asesinato del duque de Guisa (L’assassinat du Duc de Guise, 1908), pronto es superado por el cine italiano que adapta las obras teatrales en localizaciones exteriores, apropiándose de ese criterio que pronto asumirá una mayoría de cineastas: la búsqueda de precisiones en la escenografía y la caracterización de los personajes, y el control de los datos concretados en el guión de acuerdo con el estereotipo histórico y social dominante.
En suma, es éste un modelo teórico de movediza expresión, pero que rige el despliegue de posibilidades cinematográficas. Así, lo verosímil en el western de la década de 1940 será el indio belicoso, opuesto a la colonización anglosajona. Pero en esa variable tendencia de la verosimilitud cinematográfica, el mismo tipo humano será improbable en el cine de la década de 1990, mucho más fiel al detalle etnográfico.
La permeabilidad del lenguaje fílmico se manifiesta en múltiples usos para subrayar lo verosímil. Desde el punto de vista de la realización, ese será el caso de corrientes como el free cinema (véase cine británico) o el cinéma vérité, próximas al modelo del reportaje televisivo, cuyo calculado deseo de plasmar el fluir cambiante de la realidad caracteriza un estilo despojado de formalidades académicas. Un ejemplo interesante por su carácter innovador con respecto a la noción de verosimilitud es el de Jean-Luc Godard, quien ha llegado a mezclar ficción con fragmentos documentales, intertítulos y hasta comentarios.