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shock (fisiología)

El shock (o choque) en fisiología es una situación de insuficiencia circulatoria aguda de la sangre, el resultado de la incapacidad del corazón de bombear un volumen adecuado de sangre a la presión necesaria para que pueda llegar a los principales órganos del cuerpo; puede ser producido por traumatismos, quemaduras, hemorragias, infecciones, intoxicaciones o cirugía mayor. Cuando se pierde una cantidad excesiva de agua y electrolitos (conductores iónicos) en el tracto gastrointestinal, los riñones o la piel, disminuye el volumen de líquido extracelular y puede aparecer un shock. La alteración de la función cardiaca (como en el infarto de miocardio) o de la función neurológica también pueden producir shock; en ocasiones, las reacciones alérgicas producen cuadros similares al shock.
Se diferencian cuatro formas fundamentales de shock: hipovolémico (causado por la reducción del volumen sanguíneo que llega a los distintos tejidos), cardiogénico (por fallo de la bomba cardiaca), obstructivo extracardiaco (se bloquea a cualquier nivel el sistema vascular) y distributivo (típico de sepsis y reacciones anafilácticas).
El cuadro clínico de shock se asocia con una mortalidad elevada. Se caracteriza por estupor, debilidad, respiración rápida y superficial, pulso cardiaco acelerado y débil, disminución de la tensión arterial y piel fría y húmeda. Durante las primeras fases el paciente está consciente, pero disminuye el estado de alerta. Sin embargo, el fracaso brusco de la circulación periférica puede afectar al cerebro y producir desvanecimiento. En los casos de shock leve, la vasoconstricción de los vasos sanguíneos periféricos compensa la circulación cerebral, pero si persiste la situación de shock, fracasan también los mecanismos compensadores, y la falta de riego a la larga lesiona órganos vitales como el cerebro, el corazón, el hígado y los pulmones.
Las primeras medidas en el tratamiento del shock consisten en acostar al paciente, mantener su temperatura corporal (sin calentar en exceso), cortar las hemorragias y realizar respiración artificial si el paciente no respira de forma espontánea. Si está presente algún médico o enfermero, debe administrar oxígeno y fármacos sedantes, y evitar que la temperatura corporal se eleve en exceso. En general, puede ser también necesario administrar glucosa intravenosa y soluciones salinas, o realizar transfusiones de plasma o de sangre completa en el caso de que el shock sea consecuencia de una hemorragia. En un centro médico se procede a la monitorización de la tensión arterial y de los gases arteriales en la sangre para poder tomar las medidas terapéuticas adecuadas. Puede conseguirse un aumento de la tensión arterial gracias a los fármacos denominados vasopresores. A veces se administran hormonas esteroideas en situaciones de shock grave. El shock producido por reacciones alérgicas (anafiláctico) precisa la inyección inmediata de adrenalina.