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Investigación sobre el Entendimiento Humano (David Hume)

La obra del filósofo escocés David Hume, debido a que su primer gran trabajo, Tratado sobre la naturaleza humana (1739-1740), no tuvo prácticamente éxito, Hume publicó en 1748 Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano (título original: Philosophical Essays concerning Human Understanding), obra conocida posteriormente por el título y contenido de su segunda edición, publicada en 1751 como Investigación sobre el entendimiento humano (título original: An Enquiry concerning Human Understanding). Más concisa y clara que sus anteriores trabajos, la Investigación expone, con un tono a veces irónico, que esconde su profundidad, los resultados de su trabajo sobre el origen y la legitimidad de los conocimientos humanos.

1) Los límites del Empirismo de Hume; aunque una tenaz tradición interpretativa considera a Hume como empirista, no lo es de forma plena. La Investigación sobre el entendimiento humano lo demuestra, puesto que después de haber examinado la cuestión del origen de las ideas admitiendo su origen sensible (sección II), en lo que Hume apenas se distingue de John Locke y por lo que podría ser considerado como empirista, destaca que el espíritu humano asocia estas ideas según un “principio de conexión” organizado por la experiencia aunque sin provenir de ella, distanciándose así del empirismo y abordando una investigación sobre las condiciones posibles de la experiencia.
Hume proponía en la Investigación la existencia de tres tipos de conexión entre las ideas (frente a las siete que presentaba en el Tratado sobre la naturaleza humana): la semejanza, la contigüidad y la causalidad (sección III), tipo este último al que otorga un interés especial. Demuestra que la unión causal establecida por la mente entre unos hechos (por ejemplo, el humo y la llama) no se basa en ninguna razón demostrativa, por lo que la idea de conexión necesaria, sobre la que reposa la validez de las leyes físicas, no tiene realidad objetiva ni inteligible: es un puro producto de la imaginación (sección IV). Por mucho que tengamos la certeza de que el sol saldrá mañana, es rigurosamente imposible probarlo. Nuestra certeza no descansa sino en la costumbre de verlo levantarse.

2) El Escepticismo frente al Dogmatismo; en la segunda parte de la obra (secciones VIII a XII), Hume demuestra la importancia determinante de la creencia y de la imaginación en la creación de los conceptos metafísicos que los teólogos y los filósofos argumentan como dogmáticos, tales como el alma, Dios o la Providencia. Estos capítulos, nuevos con respecto al Tratado sobre la naturaleza humana, pueden parecer más subversivos, pues en ellos el autor socava los fundamentos de todo el edificio de la metafísica. En un tono jocoso, Hume extiende metódicamente su escepticismo a los tres objetos tradicionales de la metafísica, el mundo, el alma y Dios, poniendo en duda su realidad objetiva al mostrar el papel primordial de la imaginación en la formación de dichas entidades.
Pese a que Edmund Husserl (su más famoso lector después de Immanuel Kant, quien reconoció haber despertado de su siesta dogmática gracias a la lectura de las páginas de este libro) calificara la Investigación sobre el entendimiento humano de apagada y sin genio en comparación con el Tratado sobre la naturaleza humana, es sin embargo en la primera de las citadas obras donde se cuestiona con mayor claridad el objetivismo en general, tanto en el dominio de las ciencias exactas como en el de la metafísica.