La valoración del aparato digestivo y de sus síntomas, preguntando al paciente si ha tenido o tiene dolor espontáneo o a la presión en la cavidad oral, las encías, la lengua, los labios, el abdomen o el recto, o si ha sentido disfagia, eructos, pirosis, anorexia, vómitos, estreñimiento, diarrea o defecación dolorosa. Se obtiene información sobre los cambios de alimentación; el hábito intestinal; las características y frecuencia de las heces y la orina; el uso de laxantes o enemas, y la aparición de fatiga, hemorroides y edema en las extremidades. La historia familia, sobre todo de enfermedades GI, carcinoma y DM, es un aspecto importante de la evaluación. Se observa el aspecto general, el peso y la temperatura del paciente; se comprueba la presión arterial, el pulso, la respiraciones en decúbito supino, bipedestación y sedestación, y se determina el color de la orina y la diuresis. Se explora el abdomen en busca de distensión, rigidez, ascitis, simetría, organomegalia, tejido queloide, peristalsis visible, ruidos intestinales, masas y la presencia de una ostomía. Colaboran en el diagnóstico el hemograma completo, el estudio de las heces, el tiempo de protrombina y la determinación de la concentración de fosfatasa alcalina, la bilirrubina sérica y urinaria, la aspartato aminotransferasa, la alanina aminotransferasa, la deshidrogenasa del ácido láctico, el BUN, la lipasa sérica, la colinesterasa, el calcio, la albúmina y la glucosa: a veces es necesario la utilización de otros procedimientos para establecer un diagnóstico.